Columna del Dr. Rogelio Raya Morales, enero 10 de 2024.
El año comenzó con muchos sucesos claramente significativos.
El inicio formal del juicio a García Luna, la definición de candidatos para el proceso electoral de mediados de año, lo que trascienda de la visita de Biden y Trudeau a nuestro país y la profundización de la lucha en Morena por quién será el candidato a suceder a AMLO, con sus muchas derivaciones, como lo es el accidente del metro y el posible fuego amigo-enemigo en la campaña de espectaculares a favor de una precandidata, son sólo una pequeña muestra de lo que nos ocupará intensamente en el presente año.
Cada uno de estos temas merece mucha reflexión, pero hoy nos centraremos en un tema que es de mucha relevancia pues trasciende y se vincula, directa y estrechamente, con el proceso de cambio que se ha iniciado en el país y que una gran mayoría de mexicanos esperamos se profundice y consolide.
Parece ser que, en morena, no se ha entendido que lo que está en juego no es un candidato que venga a suplir o a sustituir al actual presidente, sino algo de mucha mayor trascendencia.
Lo que está en juego es quién podrá abanderar, sin desviaciones ni concesiones sustanciales, el proceso de cambio mencionado.
Hoy la disyuntiva se muestra clara y contundente: o se consigue acelerar y proseguir la 4T o se provoca una situación de involución social de catastróficas consecuencias.
Morena no ha entendido que la derecha, moralmente incapacitada para un triunfo definitivo, cómo lo ha expresado en repetidas ocasiones el presidente AMLO, mantiene puntos centrales de poder, como el poder judicial, el sistema electoral, los medios de comunicación, el control del dinero, una clase politica corrupta y conservadora incrustada en las instituciones del ejecutivo y, parcialmente, el poder legislativo, por mencionar solo algunos de los más representativos y, no va dudar en hacer uso de ellos, con toda la perversidad y falta de ética de que ya ha dado muestras, sobre todo con el cínico e inusual ataque de mentiras y falsas noticias buscando confundir, lo más que se pueda, a una ciudadanía que parece ha vuelto por sus fueros y ahora exige no sólo competencias democráticas limpias, confiables y equitativas, sino que parece no dispuesta a ceder espacios ya ganados.
La disputa en el 2024, no es por ver quién se queda en la presidencia, sino quién representa la continuación de lo iniciado en la actual administración federal: ¡es el proyecto de nación transformador lo que se disputa!
En este sentido, la lucha interna de morena debe atemperar arrebatos. No es la intención, por el momento, hacer un balance de los rasgos de cada uno de los candidatos, sino reflexionar sobre como podemos garantizar que el proceso culmine en el mejor hombre o mujer que represente la continuidad de la transformación.
Hechos como la campaña de espectaculares, con una perversa intención de involucrar al órgano electoral, en franca descomposición, en la definición del candidato o el accionar de mecanismos de sabotaje, es lo que más se presume en el último hecho del metro, para avanzar en la carrera por la candidatura a la presidencia, es minar el propio camino. Las huestes de cada uno de los precandidatos, deben dar muestras de madurez política y no lanzarse en una vorágine de pasiones que sólo beneficiaría a quienes hacen todo lo posible por descarrilar a la 4T.
De la derecha fascista, conservadora y sumamente mediocre, podemos esperar todo. Pero de nuestra trinchera, se exige visión y madurez política.
Insistir de muchas maneras y en todo momento en esta situación, es la mejor contribución que podemos hacer a nuestras aspiraciones sociales, políticas y económicas, es decir, ¡¡al país que anhelamos!!