Morelia saca brillo a la chancla: bailongo sin freno en Granjas del Maestro martes y jueves

Por M. Ángel Villa Juárez
Morelia, Mich., 7 de junio de 2025.- Desde que el sol empieza a flojear y las calles huelen a fritanga con nostalgia, la placita de Granjas del Maestro en Morelia se prende como cerillo en gasolina. Y no es por algún evento del ayuntamiento ni por artistas de televisión; es la pura raza, el puro barrio, soltando la polilla con todo cada jueves y sábado desde las 6 de la tarde, al ritmo del infalible Canario de Tuzantla.

El ambiente no tiene pierde: puro gozo callejero, con doñas bailadoras, morritos tragahelados, chavos con parlantes en la mochila y hasta el don que llega en bici con su silla de lona y su bailadora de confianza. Ahí no hay protocolo, hay puro sabor.

Y es que el Canario de Tuzantla no canta, se desgarra, y su teclado echa chispas. Que si una cumbia sabrosona, que si un son para mover la cintura, que si una rolita corta-venas pa’ recordar al amor que se fue con el de la combi. El vato arma fiesta con lo que tenga, y la gente le responde como en estadio: con baile, gritos y aplausos.

Aquí no hay fifís, aquí hay puro corazón y pies bailadores”, suelta doña Toña mientras se ajusta la trenza y le echa aire a su pañuelo sudado. “Esto es mejor que ir al psicólogo. Sales renovada y con antojo de tacos de tripa.”

Y hablando de antojos, la placita se convierte también en tianguis sabrosón. Nadie se queda con hambre ni con sed. Lo mejor de todo: nadie cobra entrada, ni hay exclusivas: el pueblo se arma su fiesta, a su manera.

Las bocinas las presta un compa, la lona la ponen entre todos, la luz la jalan con extensión desde la casa de la señora Lupita, y el sonido lo cuida el “Chino”, que ya se volvió DJ de confianza. Esto no es un evento, es una tradición que se está cuajando al calor de los aplausos.

Y así, mientras la ciudad allá en el centro sigue corriendo con prisas, Granjas del Maestro se da el lujo de vivir bonito, en cumbia y con alma de barrio. Porque no hace falta mucho para pasarla chido, solo ganas de convivir y bailar hasta que la chancla diga basta.

Así que ya lo sabe, compa: si quiere olvidarse de la rutina, del jefe gritón, del gas que sube y del celular que no alcanza pa’ pagar, láncese a la placita cualquier jueves o sábado por la tardecita. Ahí lo espera el Canario con su teclado y su canto, la raza con brazos abiertos, y la certeza de que en este Morelia que aguanta de todo, todavía hay espacio para ser feliz bailando entre vecinos.

Porque en la Granjas, no se vive: se goza.