Auditorio Bicentenario de Morelia: Monumento al Derroche, al Descuido y al Vandalismo

Por M. Angel Villa Juárez, con información de José Pantoja.
Morelia, Mich., 16 de junio de 2025.- El que iba a ser un palacio pa’l arte terminó hecho ruinas, y todo por la santa trinidad del desprecio oficial: derroche, descuido y vandalismo. Hablamos del Auditorio del Bicentenario de Morelia, esa mole de concreto que se levanta como un fantasma entre la maleza del norte, con más telarañas que aplausos y más grafitis que funciones.

Inaugurado con bombo y platillo el 30 de septiembre del 2010, como parte del dispendioso festejo por el Bicentenario de la Independencia, el recinto prometía ser la joyita de la cultura michoacana. Pero a quince años de que le cortaron el listón tricolor, lo único que corta es la vista: fachada mugrosa, vidrios rotos, baños hediondos, butacas saqueadas y ni rastro del equipo que un día presumieron como “de primer mundo”.

La inversión fue gorda: más de 80 millones de pesos —según los papeles de la SEDESOL y el ayuntamiento de la época— para levantar un espacio con capacidad para más de 800 personas, foso para orquesta, camerinos, sistema de aire y sonido de lujo. Hoy, ese mismo espacio está más cerca de parecer un lote baldío que un recinto cultural.

De la gloria al muladar

Lo que queda del Auditorio del Bicentenario es una cáscara vandalizada, donde los vecinos aseguran que en la noche se dan cita los viciosos, los raterillos y los que no tienen dónde caer muertos. “Ya no es auditorio, es refugio de malvivientes”, dice una vecina, que prefiere guardar su nombre “pa’ no meterse en broncas”.

Por dentro, el panorama es de espanto: techos rotos, ductos abiertos, sanitarios que no sirven ni para llorar, cables pelados, equipo desaparecido y una acústica que ahora solo sirve para rebotar el silencio y los grillos.

En lo que eran jardines y áreas verdes ahora hay puros matorrales secos, basura, y señales claras de que por ahí no se para ni un jardinero desde hace años.

¿Y los responsables? Bien, gracias

Desde su apertura, el auditorio ha sido la papa caliente de los gobiernos municipales y estatales. Nadie se quiso hacer cargo. Como fue una obra con lana federal, el municipio se hizo pato, y el estado también. Nadie lo metió a su presupuesto, y ahí quedó, como hijo no reconocido: sin padrino, sin presupuesto, sin mantenimiento.

“No cuidan las cosas, al fin no es dinero de ellos”

Esa es la frase que más repiten los vecinos. Porque si este auditorio fuera propiedad privada, hace tiempo que estaría cercado, vigilado y funcionando. Pero como lo pagó el pueblo, nadie siente que le duela.

El Auditorio del Bicentenario es hoy un testimonio mudo de lo que pasa cuando las obras se construyen más para presumir en la foto que para servir al barrio. Es un símbolo de cómo los políticos hacen de la cultura un escaparate electoral, pero no una prioridad social.

Morelia, la que presume ser capital cultural, tiene un recinto moderno que se cae a pedazos. Y todo porque quienes gobiernan no cuidan ni lo suyo ni lo de todos. Porque no es de ellos. Porque no les importa.

Así, entre ratas, escombro y abandono, el Auditorio del Bicentenario sigue pudriéndose. Esperando su rescate… o su demolición.