En la opinión de Manuel Maldía
La historia se repite, pero ahora con operadores “ciudadanos” del INE
No es coincidencia. Es patrón. El fraude electoral en México ya no necesita ocultarse tras cortinas de humo o apagones misteriosos como en 1988. Ahora se ejecuta a plena luz del día con acordeones de colores y números y la complicidad de consejeros electorales que, cual modernos Bartlett, firman actas con la misma desfachatez con la que el PRI robó las elecciones de 1988.
En 1988 el régimen operó por medio de la Comisión Federal Electoral (CFE), un órgano político dependiente de la Secretaría de Gobernación, cuyo titular era Manuel Bartlett, hoy el actual régimen opera por medio de sus incondicionales del INE.
El INE acaba de validar la elección judicial dividido en dos bandos: los cómplices (6) y los incómodos (5). Exactamente como en los viejos tiempos del “se cayó el sistema”, pero con menos vergüenza y más tecnicismos leguleyos.
Bartlett reloaded
Guadalupe Taddei y su cohorte de consejeros oficialistas han perfeccionado el arte priista de la simulación. En 1988, Bartlett usó el “error de las computadoras”; hoy, el INE habla de “fallas no sistémicas”, ¿será que una votación del 13 por ciento, menos el 2 de votos nulos, no es parte del sistema?
Antes eran urnas embarazadas; ahora son boletas con caligrafía gemela. En 1988 el PRI negó el fraude con discursos grandilocuentes del señor presidente; En 2025 MORENA lo hace con tweets y conferencias mañaneras de la señora presidenta. El guion es idéntico: legitimar lo que apesta, hacerse los sordos y echarle encima la ley al que pide transparencia (Lorenzo Córdova).
Hasta la división en el INE (6-5) parece un guiño macabro al 88, cuando Bartlett impuso su verdad histórica contra las evidencias apoyándose en la Dirección Federal de Seguridad, la policía secreta y el ejército.
Los acordeones o la nueva caída del sistema
Arturo Castillo, consejero del INE, lo dijo claro: el 85% de los ganadores en distritos regionales aparecían en esos acordeones distribuidos como panfletos de instrucción electoral. ¿Dónde hemos visto esto antes? Ah, sí: en las consignas electorales del PRI que sugerían votar por el “bueno”, es decir el candidato del sistema.
Los consejeros críticos —Zavala, Faz, Ravel— son los modernos equivalentes de aquellos que en 1988 denunciaron el fraude; Cuauhtémoc Cárdenas, Heberto Castillo, Porfirio Muñoz Ledo, Rosario Ibarra y Manuel Clouthier, que alzaron la voz, solo para ser sepultados por la maquinaria priista. Hoy, como entonces, el mensaje es claro: la irregularidad no invalida el proceso, siempre y cuando beneficie al poder.
Boletas menos limpias que la conciencia del INE
Las actas recién planchadas y los votos fantasma (más sufragios que electores) son el equivalente 2025 a las casillas embarazadas del 88. La consejera Claudia Zavala lo señaló sin tapujos: hay patrones de escritura idénticos en cientos de boletas. ¿Fraude? No, según el INE, solo “coincidencias estadísticas”.
La presidenta Sheibaum, y sus jilgueros, aseguró que, con la elección judicial, México sería el país más democrático del mundo, igual que en 1988, cuando Bartlett aseguró que el sistema se cayó porque “Se saturó de democracia”.
En 1988 antes de la caída del sistema el PRI perdía, cuando se restaura, el PRI ganaba contundentemente. La diferencia es que ahora ni siquiera se molestan en fingir sorpresa: el INE avala, el gobierno celebra y los críticos son tachados de conservadores… igual que en los tiempos del PRI hegemónico.
El manual del fraude moderno: Negar, minimizar y distraer
Taddei repite el libreto bartlettiano al pie de la letra:
– “No hay pruebas concluyentes” (como en 1988, cuando quemaron las boletas).
– “Se sancionarán las irregularidades… después” (igual que las investigaciones del PRI que nunca llegaron).
– “Cuestionar es un exceso” (la misma cantaleta usada contra Rosario Ibarra y los indignados del 88).
Hasta Uuc-kib Espadas, consejero del INE, suena como un Bartlett con posgrado: “Nada fue grave ni sistemático”. Claro, como en 1988, cuando el robo fue solo un error técnico.
El mensaje es claro: el fraude ya no necesita esconderse. Basta con tener un INE dispuesto a poner sellos de “legalidad” a procesos que apestan a farsa, medios que normalizan lo anómalo y una oposición tan débil que ni siquiera puede emular el ¡Fraude! de Cárdenas en el Zócalo en 1988.
¿La diferencia entre 1988 y 2025? Que ahora ni siquiera necesitan apagar las luces y las computadoras. El INE les firma el acta a plena luz del día, con la sonrisa de quien sabe que la impunidad está garantizada.