El morro que se armó su bomba atómica… como proyecto académico desde la uni

Por M. Ángel Villa Juárez
Morelia, Mich. 25 de junio de 2025.- Érase 1977 y en plena Guerra Fría, cuando no había internet ni Google, un estudiante medio tronco de la Universidad de Princeton le puso los pelos de punta al FBI con un proyectito escolar que se les salió del cuaderno: “Cómo construir tu propia bomba atómica”. Así nomás, sin anestesia.

El chamaquillo se llamaba John Aristotle Phillips, tenía 21 años, era hijo de griegos, y en la escuela no pintaba ni en pintura. Más conocido por echar porras en el equipo de futbol que por sacar buenas notas, el morro andaba al borde de la suspensión. Pero cuando su profe de física, el chido Freeman Dyson (sí, el mismo que jaló con los cracks del Proyecto Manhattan), les pidió un trabajo sobre proliferación nuclear, Phillips se le fue al cuello con una propuesta tan loca como peligrosa.

“¿Y si mejor les digo cómo hacer una bomba nuclear con lo que hay en la biblioteca?” pensó, y se clavó a lo bestia. Se chutó documentos desclasificados, revistas científicas, catálogos técnicos y hasta pidió ayuda a ingenieros de la empresa DuPont para entender bien cómo funcionaba la implosión. El resultado: un documento de 40 páginas con instrucciones bien claritas para fabricar una bomba como la de Nagasaki, solo que desde el patio de tu casa (bueno, si consigues plutonio, claro).

Su profe le puso un diez, pero sin destruir el escrito. El documento empezó a circular, llegó a oídos de físicos pesados, y hasta salió en los periódicos. Fue cuando el FBI metió reversa y dijo: “¡Alto ahí, muchacho!” Le decomisaron el proyecto y lo marcaron como “información sensible”. Más tarde se supo que hasta científicos paquistaníes le habrían ofrecido lana por el diseño.

Y así nació la leyenda de “The A-Bomb Kid”, el morrito que sin tener acceso a secretos militares ni nada confidencial, logró hacer temblar a medio mundo con pura info pública.

Después del borlote, Phillips dejó los laboratorios y se volvió activista antinuclear. En 1979 sacó su libro Mushroom: The True Story of the A-Bomb Kid, donde contó todo el mitote. Luego se lanzó dos veces para congresista por el partido demócrata, pero no agarró hueso.

Su bomba nunca estalló, pero su historia sí explotó: demostró que en un mundo lleno de libros (y ahora internet), el conocimiento sin control puede volverse una amenaza real. Porque el morro, sin querer, le puso el dedo a un problema que todavía nos tiene con los pelos de punta: no necesitas ser un genio para hacer algo peligroso… a veces, solo hace falta un encargo del profe.