Beatriz Gutiérrez Müller, ¿doble nacionalidad? Responde con un gallo en Instagram

Columna de opinión de Manuel Maldía

En el circo de la política nacional, donde los actos de distracción son tan finos como un machete, Beatriz Gutiérrez Müller —esposa del expresidente López Obrador, historiadora y ahora protagonista involuntaria de un guion digno de telenovela ibérica— decidió responder a los rumores sobre su supuesta doble nacionalidad con la sutileza de un ladrillo pintado de arte abstracto.

¿Su herramienta? Un gallo. No uno de esos que anuncian el amanecer en los pueblos, sino El gallito cantor, publicado en su Instagram con la ambigüedad calculada de quien sabe que, en México, hasta un emoji puede ser declaración de guerra.

Los rumores, nacidos en España y alimentados aquí como piñata en posada, apuntan a que la académica aprovecharía la Ley de Memoria Democrática —esa que busca reparar los crímenes del franquismo— para reclamar sangre española por vía de su abuelo leonés. ¿Ironía? La misma que envuelve a un gobierno que ha hecho bandera del antimperialismo mientras su círculo íntimo podría estar jugando al escondite con pasaportes.

Gutiérrez Müller, en vez de desmentir, optó por el silencio elocuente: un gallo y una frase de libro de texto gratuito: “Yo vivo en nuestro bello México”. Como si la patria se midiera por coordenadas geográficas y no por los hilos legales que tejen las leyes… y los intereses.

El asunto, claro, no es la nacionalidad —derecho de cualquiera—, sino el aroma a chantaje moral que deja flotando. ¿cómo digerir que la esposa del mesías laico de la Cuarta Transformación busque arraigo en la “madre patria”?

Y ahí entra Claudia Sheinbaum, presidenta por si alguien lo olvidaba, con una declaración tan tibia como café de oficina: “No tengo información… pero está en su derecho”. Traducción: “No me meto, que esto quema más que un chisme de familia”. La prudencia, en política, suele ser cómplice del fuego.

Al final, el gallo de Beatriz no cantó para aclarar, sino para dejar la duda picoteando.

El mensaje es claro: Gutiérrez Müller no niega porque no quiere. O no puede. O no le conviene. Tal vez el trámite es real y prefiere evitar una mentira que luego le estalle. O quizá, como buena historiadora, sabe que los pasaportes son solo papeles, pero los símbolos son armas. ¿Para qué regalar un titular hoy si se puede guardar la carta para mañana?

Lo cierto es que, en este juego, la falta de desmentido es ya una declaración. Porque en la lógica del poder, lo que no se rechaza con furia termina siendo, al menos, una posibilidad. Y en un país desconfiado por naturaleza, alimentar la duda es como dejar una herida abierta: siempre habrá alguien dispuesto a echarle sal.

¿Qué sigue? Quizá un día, sin previo aviso, Beatriz aparezca con una bandera española en la solapa y diga que todo fue un malentendido. O tal vez, dentro de unos años, descubramos que el gallo de su Instagram era un mensaje en clave: un guiño a la doble ciudadanía. Mientras tanto, el rumor seguirá vivo, alimentado por ese silencio que, en política, nunca es casual.

— ¿Y la nacionalidad? Quién sabe. Pero que un gallo hable más que un comunicado oficial… eso sí es transformación pura.