Ciudadanos en el desamparo; una Autoridad inepta y un transporte en disputa

Por Manuel Maldia.

El 1 de marzo de 2025, Morelia está de luto y rabia. Las calles, antes pulso vital de la ciudad, se transformaron en un campo de batalla donde transportistas en pugna desataron una violencia que no es sino el síntoma de un sistema roto. No se trata únicamente de una lucha por la ruta hacia Villas del Pedregal y otros fraccionamientos del poniente, sino de la cruda exposición de una autoridad del transporte que ha abandonado su misión, dejando a los habitantes en un calvario diario.

Un Conflicto que Desnuda la Falta de Liderazgo

Lo que en apariencia parecía un mero enfrentamiento comercial entre miembros de la Corporación Michoacana de Transportistas y audaces operadores de combis –esos que pretenden introducir rutas “experimentales” sin autorización alguna– es en realidad la punta del iceberg de un desastre estructural. Las combis, al intentar irrumpir en territorios tradicionalmente exclusivos, han sido recibidas con una violencia que no se limita a choques de intereses, sino que se traduce en bloqueos de avenidas y actos de vandalismo. Pero, ¿quién es el verdadero culpable cuando cada bocinazo y cada bloqueo son la respuesta desesperada de un sistema que ha olvidado que su función es servir al pueblo?

Mientras tanto, la autoridad del transporte en Michoacán se mantiene impasible, dejando que la pugna se desate sin control y sumiendo a la ciudad en un caos que afecta de manera directa la vida cotidiana de miles de morelianos. La indiferencia de quienes debieran velar por un servicio de movilidad seguro y ordenado no es sino una vergonzosa muestra de la parálisis administrativa que ha permitido la proliferación de rutas ilegítimas y la apertura de brechas para intereses mezquinos.

La Cruel Realidad de los Habitantes: Sobrepoblación y Desesperación

Pero el desastre no se queda en la confrontación de transportistas. Lo más doloroso es el destino de los ciudadanos que, en sus trayectos diarios, sufren las consecuencias de un transporte público deplorable. Durante las horas pico, los fraccionamientos afectados se ven invadidos por un sobrecupo inhumano, donde la desesperación se plasma en rostros agotados y resignados. Usuarios que dependen de este sistema son forzados a viajar en condiciones indignas; en algunos casos, llegan a colgarse de los costados de los camiones, desamparados ante la falta de opciones dignas que les permitan desplazarse sin poner en riesgo su integridad.

Cada viaje se convierte en una odisea, donde la sobrecarga y la inseguridad se imponen, dejando claro que el colapso del sistema de transporte no es fruto del azar, sino de años de negligencia y de una administración que ha preferido el silencio a la acción. La indignación crece cuando se observa que, mientras algunos se disputan el control de las rutas, el ciudadano común paga con su tiempo, su comodidad y, en ocasiones, su seguridad.

Una Autoridad que Falla en su Deber

El verdadero escarnio recae sobre las instituciones que han sido creadas para proteger y garantizar la movilidad. En pleno 2025, es inconcebible que la autoridad del transporte se muestre tan ineficaz, permitiendo que el desorden se arraigue y que la ciudadanía se vea obligada a soportar un servicio público que raya en la inhumanidad. El desamparo de las autoridades es palpable: no existe una estrategia clara ni mecanismos efectivos para regular la entrada de nuevas rutas, y la pasividad ante la violencia y el caos solo agrava una crisis que lleva años gestándose.

Mientras los transportistas se enfrascan en disputas territoriales, el resultado es un servicio de transporte en ruinas, en el que cada trayecto se convierte en una experiencia de sufrimiento. La ausencia de una respuesta contundente y la falta de visión de quienes ostentan el poder reflejan una realidad donde el interés personal y la falta de compromiso han destruido la posibilidad de un sistema ordenado y seguro.

Un Llamado Urgente a la Reforma

Morelia hoy clama por un cambio profundo, un replanteamiento que recupere la dignidad y la seguridad en el transporte público. Es imperativo que las autoridades asuman su responsabilidad, implementen medidas de regulación efectiva y actúen con la firmeza que exige la situación. Los ciudadanos no pueden seguir siendo sacrificios en un sistema que ha olvidado su función básica: garantizar la movilidad y el bienestar de quienes confían en él.

La tragedia de Morelia es el reflejo de un gobierno que ha fallado, de una administración ciega ante el sufrimiento y la desesperación de su gente. Es momento de exigir respuestas y de construir, desde las bases, un sistema que ponga a la ciudadanía en el centro, dejando de lado los intereses mezquinos y las disputas internas. El futuro de Morelia y de sus habitantes depende de una acción decidida, de un compromiso real que transforme el transporte en un servicio digno y ordenado.

En palabras de un viejo adagio mexicano, “cuando el poder se hace ciego, el pueblo paga el precio”. Hoy, más que nunca, es hora de que las autoridades despierten y actúen, porque mientras tanto, la ciudad y sus ciudadanos seguirán siendo víctimas de un sistema en ruinas.