El pensamiento del Francotirador Judicial.
Ayer denunciamos que el Tribunal de Justicia de Michoacán abría sus puertas al poder político. Hoy ya no las abre: las entrega por completo.
Durante el evento realizado en Pátzcuaro, jueces y magistrados abrazaron —literalmente— al gobernador, posando con él en fotografías que más que institucionales, parecen celebraciones de una victoria política. Lo más grave es que ese “abrazo” fue simbólico de algo mucho más profundo: la completa rendición del Poder Judicial ante el Ejecutivo.
Pero si algo indigna aún más, es la burla con la que se comportan. El propio Tribunal publicó con orgullo el evento en su página oficial, etiquetando a seguidores como si fuera un logro, una fiesta, un motivo de celebración. ¿De qué se ríen? ¿Del colapso de la independencia judicial?
Porque mientras ellos festejan, la justicia en Michoacán se hunde en el nepotismo, la impunidad y la simulación.
En la pasada elección judicial, la hija del presidente del Supremo Tribunal fue premiada con una judicatura en Morelia, uno de los cargos más codiciados del estado. Una designación que huele a privilegio familiar, a tráfico de influencias, a dedazo disfrazado de concurso.
Y claro, nadie dice nada. Nadie se atreve a cuestionar. Porque todos están alineados.
Magistrados, jueces, consejeros, operadores electorales: una cadena de silencios y complicidades que mantiene el sistema cerrado, controlado y amañado. La ciudadanía queda fuera, los perfiles con mérito quedan fuera, la justicia queda fuera.
Mientras tanto, el Tribunal Electoral sigue sin entrar al fondo de las impugnaciones, validando elecciones llenas de irregularidades y dejando en estado de indefensión a quienes exigen legalidad.
La escena es grotesca: una judicatura que celebra su subordinación, que reparte cargos entre familiares, que presume sus actos públicos como si fueran conquistas, mientras pisotea la Constitución que dice defender.
Hoy Michoacán no tiene un Poder Judicial: tiene una clase judicial sumisa, complaciente y al servicio del Ejecutivo.
Y no lo esconden. Al contrario: lo presumen.