El Papanicolaou puede salvarte la vida; “¡No te hagas la valiente, comadre!”

Por M. Ángel Villa Juárez
Morelia, Mich., 25 de mayo de 2025.- En esta tierra caliente donde el chisme corre más rápido que el camión de las carnitas, hay algo que no debería tomarse a la ligera, pero que muchas veces se deja para “mañana”: la salud de nuestras mujeres. Por eso, la Secretaría de Salud de Michoacán (SSM) salió a cantarles la neta del planeta a todas las doñas, muchachas y comadres: el Papanicolaou no es lujo, es necesidad.

Sí, el famoso “Papanico” —como le dicen en el barrio— es la clave para ganarle la carrera al cáncer de cuello uterino, esa enfermedad traicionera que empieza calladita, sin hacer ruido, pero cuando se deja crecer, se pone brava. El mayor culpable, dicen los doctores, es el virus del papiloma humano, ese que se cuela sin permiso y se esconde hasta que es muy tarde.

Pero ojo, si se agarra a tiempo, ese cáncer se cura al cien por ciento. ¡Así como lo oye! Por eso, la SSM está haciendo el llamado urgente: mujeres entre 25 y 34 años, a hacerse el Papanicolaou cada tres años, sin pretextos. Y para las que ya andan más entradas en años —de 35 a 65— tienen chance de escoger entre el Papanicolaou cada tres años o una prueba del VPH cada cinco. ¿Fácil, no?

Y para que no digan que nadie les avisó, ahí les van los focos rojos: sangrado raro después de echar pasión o tras la menopausia, reglas muy pesadas, dolor en la pelvis o en la espalda baja, falta de ganas de tragar, flacura sin razón, y secreción con olor feo que ni el vaporub quita. Si algo de esto suena familiar, es hora de ir con el doctor y no con la comadre del té milagroso.

Las que corren más riesgo, según los sabios de bata blanca, son las que empezaron su vida sexual antes de los 18, han tenido más de tres parejas o partos, fuman como chacuaco, viven malpasadas o ya tuvieron contacto con el VPH. Así que, si te suena la campana, no lo dejes pasar.

Porque aquí, en la tierra del atole y las enchiladas, no hay excusa para no cuidarse. Un ratito en el consultorio puede ser la diferencia entre seguir contando cuentos a los nietos o volverse leyenda antes de tiempo.

¡Hágase el Papanico, comadre! No le saque, que eso es quererse.