Morelia, MIch. 19 agosto 2025.– Se le acabó el corrido al Junior. Esta madrugada, el hijo del gran campeón mexicano, Julio César Chávez Jr., cambió los guantes por los grilletes y fue ingresado al penal federal de máxima seguridad en Hermosillo, Sonora. Nada de cuerdas ni luces, ahora lo rodean muros, cámaras y custodios bien armados.
La noticia cayó como gancho al hígado en el mundo del deporte: el morro que alguna vez prometía seguir la leyenda de su jefe, ahora es protagonista de la historia que nadie quiere contar… la del deportista que se enredó con el narco.
El Jr. fue detenido en los gabachos, señalado por el Departamento de Seguridad Nacional como presunto compa del Cártel de Sinaloa. Lo acusan de andar metido en movidas turbias: delincuencia organizada y tráfico de armas. Y aunque allá en el norte ya lo tenían fichado, fue entregado a la justicia mexicana para que enfrente lo que se le viene… y no es cualquier cosa.
Anoche lo bajaron escoltado, sin reflectores ni prensa que lo aplauda. Pisó el Cefereso 11 como cualquier otro reo, aunque su apellido pese como tonelada.
De ídolo a decepción
Pa’ muchos, ver a un Chávez tras las rejas es como ver al santo caído. Su jefe, Don Julio César, se rifó por México y escribió su historia a puro golpe y sangre. El Jr., en cambio, se fue apagando entre escándalos, adicciones y puras promesas incumplidas. Lo veían como heredero del trono… pero nunca tuvo ni la hambre ni los pantalones.
Ahora, con estas acusaciones encima, lo que era decepción se convirtió en vergüenza. Y la raza lo sabe.
Este caso no es nuevo, nomás es otro más que muestra cómo el crimen organizado no respeta ni a los famosos. El narco le tira a todo: artistas, futbolistas, boxeadores… todos sirven pa’ lavar billetes, aparentar poder o ganar respeto en la calle.
El Jr. no es el único, pero sí el más sonado últimamente. Un ídolo caído, atrapado no solo por la ley, sino por su propio reflejo.
¿Y ahora qué sigue?
El proceso apenas comienza, pero la imagen ya está manchada. Aún falta que se le compruebe todo, sí, pero la pura postal ya dice mucho: un Chávez encerrado, un apellido que antes significaba orgullo popular y ahora es sinónimo de caída estrepitosa.
En un país donde todo se mezcla —el deporte, el dinero, la política y el crimen—, la historia del Jr. no es solo suya. Es también un espejo bien cabrón de lo que pasa cuando el poder se disfraza de fama… y la fama se arrodilla ante el dinero sucio.
Y como diría el mismo barrio: la sangre del campeón no se hereda si no se respeta.