Por: Manuel Maldia, Columna “El que se chupa el dedo”
“Usted necesita de nosotros, pero nosotros ya no estamos seguros de necesitarla a usted”
El domingo 9 de marzo de 2025 quedará grabado no en los discursos, sino en los gestos. La plaza abarrotada, las banderas al viento, los aplausos programados… todo parecía seguir el libreto de una concentración más del oficialismo. Hasta que Claudia Sheinbaum, presidenta de México, caminó cerca de los dirigentes de los partidos aliados —aquellos que juraron lealtad en campaña— y se topó con un muro de miradas esquivas, hombros volteados y manos ocupadas en cualquier cosa menos en saludar. No hubo palmadas, ni sonrisas, ni el ritual obligado de complicidad. Solo el vacío deliberado. En política, los silencios son gritos. Y este, en particular, fue un alarido calculado.
El teatro del poder: Cuando la ausencia de gestos es la obra maestra
En México, la política es un escenario donde hasta el más mínimo movimiento está coreografiado. Un saludo omitido, una silla vacía, una mirada al suelo… nada es casual. Aquel domingo, los líderes del Partido Morena y Verde en el Congreso de la Unión —pilares del bloque en el poder— eligieron convertir su presencia en ausencia. No hubo necesidad de declaraciones estridentes: bastaron sus cuerpos inmóviles, sus rostros de piedra, para escribir en el aire un mensaje de rebelión.
¿Fue un acto espontáneo? Imposible. En el mundo de la política profesional, donde hasta el parpadeo se negocia, aquel desdén colectivo fue tan orquestado como un ballet. Un guiño a sus bases, un recordatorio a Sheinbaum.
Recurda quien te puso donde estas
En el teatro absurdo de la política mexicana, donde hasta un apretón de manos es un guion, los personajes que volvieron la espalda a Sheinbaum eligieron un símbolo más elocuente que cualquier discurso: posar sonrientes junto a Andrés López Beltrán. No fue un gesto inocente, sino una coreografía fría. Al ignorar a la presidenta y alinear sus sonrisas con el hijo del Patriarca en la Sombra —cuyo apellido sigue siendo un talismán de poder—, estos dirigentes no solo desairaron a Claudia, sino que rubricaron su lealtad a un linaje, no a un proyecto. La foto, más que un acto de rebeldía, es un mensaje en clave: el verdadero poder no reside en Los Pinos, sino en los hilos que desde Macuspana tejen la trama del régimen.
Las grietas del monolito: ¿Por qué ahora?
El gesto no surge de la nada. Tras seis meses de gobierno, el proyecto sheinbaumista enfrenta vientos adversos:
- La economía en la cuerda floja: La inflación en alimentos (14.5%) y el desplome del peso frente al dólar (22.5 a 1) han erosionado el discurso de “continuidad exitosa”.
- Los intentos de Donald Trump para descarrilar la economía de México, buscando el sometimiento.
- El PT y el Verde: Socios incómodos: Ambos partidos, sabedores de que sin AMLO el magnetismo se diluye, buscan reposicionarse. El PT exige cargos en Hacienda; el Verde, frenar las críticas a sus concesiones mineras.
- La recién aprobada reforma contra la reelección y el nepotismo, enviada por Sheibaum, parecía llevar dedicatoria y esos que se sintieron aludidos, dieron su respuesta frente a todo el pais y las masas de la 4T.
El silencio del 9 de marzo fue su forma de cobrar factura: “Si no cedés, te dejamos sola frente a la tormenta”.
El mensaje entre líneas: La jugada maestra de los aliados
En política, rebelarse abiertamente es un suicidio; ignorar discretamente, un arte. Los líderes aliados lograron tres objetivos con un solo gesto:
- Debilitar sin mancharse: Evitaron el costo de una ruptura pública, pero sembraron la duda en medios y ciudadanos: “¿Ya no respaldan a Sheinbaum?”.
- Presionar en la sombra: Recordaron que su apoyo tiene precio: más candidaturas en 2027, menos auditorías a sus financiamientos, silencio ante sus feudos.
- Posicionarse ante 2030: Algunos sueñan con heredar el movimiento. ¿Qué mejor que mostrar independencia temprana?
Sheinbaum: ¿Víctima o arquitecta?
Aquí surge la pregunta incómoda: ¿Fue la presidenta sorprendida por el desaire o permitió que ocurriera para luego capitalizar el papel de mártir?
- Si fue víctima, el episodio revela su fragilidad: ni siquiera controla a sus aliados.
- Si fue estrategia, podría usar el “ataque injusto” para unificar a su base y purgar disidentes.
Pero en ambos casos, el daño es tangible. En un país donde el poder presidencial se mide por la capacidad de imponer respeto —no por decretos, sino por miedo—, cualquier fisura en la fachada de autoridad es letal.
El fantasma de López Obrador: La sombra que nadie llena
El gran ausente en este drama es AMLO. Mientras él vivía, ningún aliado osaba respirar fuera del compás. Pero Sheinbaum, aunque heredera, no es López Obrador. Le falta su carisma de tribuno, su instinto para el castigo ejemplar. Los aliados lo saben y actúan en consecuencia: probaron los límites de su autoridad y descubrieron que, sin el látigo del fundador, la jaula está abierta.
El juego de las sillas comienza
El silencio del 9 de marzo no es el final, sino el primer movimiento de un ajedrez complejo. Sheinbaum tiene dos caminos:
- Negociar: Ceder cuotas de poder a cambio de lealtad efímera.
- Confrontar: Purgar a los rebeldes y arriesgarse a una crisis de gobernabilidad.
Mientras tanto, los aliados seguirán probando su fuerza, calculando cuánto pueden restar antes de que la presidenta caiga… o se levante con más ímpetu. En este juego, como bien sabía don Manuel, “el que se sienta en la silla del poder nunca está solo: lo acompañan todos los que acechan para empujarlo”.