Por M. Ángel Villa Juárez, con información de José Pantoja.
Morelia, Mich. 29 de mayo de 2025.- Lo que pasó este 28 de mayo en Morelia ya no es protesta, ya no es reclamo… es terror en plena luz del día. La capital michoacana vivió bajo el azote constante de grupos de normalistas, maestros radicales, que con bloqueos, saqueos y vandalismo, han convertido las calles en auténticos campos de batalla. Y lo peor: el gobierno nomás no aparece.
Desde hace semanas, los morelianos no pueden vivir en paz. A diario, las escenas se repiten como pesadilla: autobuses secuestrados, comercios cerrados por miedo, oficinas tomadas y calles tapadas con piedras, fogatas y barricadas humanas. Y todo esto ante la mirada impávida de las autoridades, que brillan por su ausencia.
Las pérdidas económicas ya no se cuentan en miles, sino en millones de pesos. Las cámaras de comercio han alzado la voz, los empresarios están hartos y los ciudadanos andan con el Jesús en la boca. “No podemos salir a trabajar tranquilos, no se puede llevar a los niños a la escuela, y el transporte es un desmadre”, lamenta doña Mari, comerciante del centro, que ya tuvo que cerrar tres veces su changarro por temor a que lo vandalicen.
Y es que los manifestantes no se tientan el corazón. Queman unidades, pintarrajean paredes históricas, revientan cristales, y hasta han llegado a enfrentarse con ciudadanos que ya están hasta el copete. Algunos provienen de Arantepacua, Cherán y escuelas normales, otros dicen ser de sindicatos con “demandas legítimas”, pero la neta es que lo que están dejando es puro caos y desorden.
Las imágenes que circulan en redes no son de película, ni mucho menos de una serie de narcos, son escenas reales: chavos encapuchados quemando patrullas, oficinas saqueadas, y policías… bien gracias. “Esto parece tierra de nadie”, suelta con coraje don Esteban, vecino de la colonia Ventura Puente.
Y aquí es donde la pregunta truena con fuerza: ¿Dónde está el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla? ¿Dónde quedó ese discurso de orden y transformación? La realidad es que el orden no llega, la solución menos, y el pueblo ya está arrasado, ultrajado y cansado.
Mientras tanto, el secretario de Gobierno, Carlos Torres Piña, se la pasa diciendo que “hay diálogo permanente”, pero la raza ya no se traga ese cuento. ¿Diálogo con quién? ¿Con los que rompen vidrios y secuestran camiones? La neta es que la ciudadanía ya no cree en promesas huecas.
Los morelianos hoy viven con miedo, con coraje y con la tristeza de ver cómo su ciudad se desmorona a manos de quienes dicen luchar por justicia, pero actúan como si fueran dueños del caos. Y lo más triste: con un gobierno que ni ve, ni escucha, ni reacciona.
Así están las cosas en Morelia. Una ciudad noble, trabajadora y valiente, que hoy ruega por orden, justicia… y que alguien haga su jale.