Por José Pantoja, desde el barrio de Santiaguito
¡Qué golpe, compas! El doctor Juan Ramón de la Fuente, el canciller que todavía traía prestigio (algo raro en estos tiempos), soltó la mochila y dejó la Secretaría de Relaciones Exteriores. ¡Cayó como balde de agua fría en pleno calorón!
¿Qué pasó? Dicen que las presiones gringas y de otros países lo tenían hasta la madre. “Aquí no es para estadistas, es para aguantar vara”, debe haber pensado el doctor, porque este gobierno no le gusta que le digan que no, y menos cuando los de afuera andan jalándole las orejas al país.
El detalle:
-
De la Fuente no era cualquier fulano. Era de los pocos que todavía se paraba derecho frente a los extranjeros sin hacer el ridículo.
-
Pero alguien en Palacio no lo aguantó, porque cuando un tipo con clase no se dobla, lo corren o lo hacen renunciar.
-
¿La gota que derramó el vaso? Quizá fue que los gringos lo traían en la mira por lo del narco y las armas.
La bronca es que… Con esto, el gobierno se queda sin una de sus pocas figuras respetables. Ahora mandan puros leales, no gente que sepa de chambas internacionales. ¿Y luego qué? ¿Van a poner a otro compadre que hable puras “chingaderas” en las cumbres?
La neta: De la Fuente se fue porque ya no aguantó el circo. Y eso dice mucho… ¿quién seguirá? Porque en este sexenio, los que piensan se van, y los que se quedan nomás aplauden.
¡Ahí nos vidrios, canciller! Al menos usted se va con la frente en alto, no como otros que se aferran aunque los corran a zapatazos.
Y al gobierno… pues ni modo, a aguantar el tiro. Porque sin gente seria, los problemas internacionales no se arreglan con puro “abrazos, no balazos”.
¡Salud, doctor! Aquí en el barrio lo recordaremos como el que se rajó… pero con dignidad.